domingo, 15 de agosto de 2010

vuelta a casa

El ruido de la puerta de la calle, precedió en segundos al clik del ratón sobre el recuadrito de “minimizar” y en la pantalla apareció la página de EL MUNDO DEPORTIVO en su edición digital. Hola!!, dijo Elisabeth, ya estoy aquí. Albert la miró como si surgiera de las profundidades del más oscuro de los océanos y le pregunto que cómo había ido con una voz que se diferenciaba muy poco de un ladrido. Muy bien, contestó ella, nunca hubiera pensado que trabajar en un banco fuera algo tan divertido, yo creía que la gente sería más seria, para ser el primer día no ha estado nada mal. ¿Cuántos hombres hay trabajando en esa oficina? ¿De qué edades?, inquirió él. Uf, dijo ella, de varias. ¿A sí? Volvió a ladrar Albert. Seguro que más de uno ya te ha echado los tejos, no me extraña, cómo se te ocurre ponerte esa falda el primer día de trabajo, y no te digo nada del escote, ¿es que no te das cuenta que vas enseñando las tetas? Elisabeth se sonrojó, dio la vuelta y se dirigió hacia su habitación, sobre su mejilla resbalaba una lágrima espesa como una gota de mercurio. Albert volvió a abrir el chat y escribió: bueno cariño ya podemos seguir hablando que la pesada de mi mujer se ha ido a dormir.

1 comentario:

  1. Qué fuerte, qué bestia. Cuántos habrá de estos en el mundo?

    Oye, porfa, y cuelga más cosas, anda. No seas gandul, Julián.

    Nos vamos leyendo.

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